Sin artimañas, se lanza a la maraña de redes este blog de lengua y literatura española... para poder refugiarnos, en tiempos de cólera, en un cuarto propio.

viernes, 26 de enero de 2018

PRETEXTO LXXV: LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA


TEXTO 1 

Lucía un buen solete y había gente que aprovechaba la tibieza en las terrazas de los cafés. E1 boulevard de las Ramblas estaba vistoso: circulaban banqueros encopetados, militares graves, almidonadas amas que se abrían paso con las capotas charoladas de los cochecillos, floristas chillonas, estudiantes que faltaban a clase y se pegaban, en broma, riendo y metiéndose con la gente, algún tipo indefinible, marinos recién desembarcados. Teresa brincaba y sonreía, pero pronto se puso seria.   —El bullicio me aturde. Sin embargo, creo que no soportaría ver las calles vacías: las ciudades son para las multitudes, ¿no crees?   —Veo que no te gusta la ciudad —le dije.   —La odio. ¿Tú no?   —Al contrario, no sabría vivir en otro sitio. Te acostumbrarás y te sucederá lo mismo. Es cuestión de buena voluntad y de dejarse llevar sin ofrecer resistencia.   En la Plaza de Cataluña, frente a la Maison Dorée, había una tribuna portátil cubierta por delante por la bandera catalana. Sobre la tribuna disertaba un orador y un grupo numeroso escuchaba en silencio.   —Vámonos a otra parte —dije.   Pero Teresa no quiso.   —Nunca he visto un mitin. Acerquémonos.   —¿Y si hay alboroto? —dije yo.   —No pasará nada —dijo ella.   Nos aproximamos. Apenas si se oían las palabras del orador desde aquella distancia, pero, debido a su ventajosa posición sobre la tribuna, todos podíamos seguir sus gestos vehementes. Algo creí entender sobre la lengua catalana y la tradició cultural i democrática y también sobre la desidia voluntária i organitzada des del centre o pel centre, frases fragmentadas y aplausos y tras ellos frases que se diluían en el ronroneo de los comentarios, gritos de molt bé! y el inicio deslavazado y arrítmico de «Els segadors». Por la calle de Fontanella llegaban guardias de a pie, de dos en fondo, portando cada uno su mosquetón; se alinearon en la acera, de espaldas al muro de los edificios, y adoptaron la posición de descanso.  
 —Esto se pone negro —dije.  
 —No seas miedoso —dijo Teresa.   
Los cantos proseguían y se intercalaban gritos subversivos. Un joven se apartó del ruedo de oyentes, tomó una piedra y la lanzó con furia contra las vidrieras del Círculo Ecuestre. Al hacerlo se le cayó el sombrero.   
—Fora els castellans —decían ahora.   
Una figura vestida de negro, de barba cana y rostro de ave apareció en una de las ventanas. Extendió los brazos y gritó: Catalunya! Pero retrocedió al ver que su presencia provocaba un aluvión de piedras y una salva de pitos.  
 —¿Quién era? —preguntó Teresa.   
—No lo vi bien —dije—. Me parece que Cambó.  
Entretanto los guardias del piquete seguían impertérritos, en espera de las órdenes del oficial que sostenía una pistola. Por la Rambla de Cataluña bajaban grupitos a la carrera, enarbolando cachiporras y gritando ¡España Republicana!, por lo que supuse que serían los «jóvenes bárbaros» de Lerroux. Los separatistas les arrojaron piedras, el oficial de la pistola hizo una seña y sonó un cornetín. Hubo piedras para los guardias, volvió a sonar el cornetín, se montaron los mosquetones. Los «jóvenes bárbaros» golpeaban a los separatistas, que respondían a las cachiporras con piedras y puños y puntapiés: eran más numerosos, pero contaban con mujeres y ancianos inútiles para la refriega. Cayeron algunos cuerpos al suelo, ensangrentados. Los guardias apuntaban a los contendientes, estoicamente plantados sobre las piernas separadas, aguantando las pedradas ocasionales. Por la calle de Pelayo apareció la caballería. Formaron ante el Salón Cataluña con los sables desenvainados, luego avanzaron en abanico, primero al trote, poco a poco al galope y, por último, a rienda suelta, como un ciclón, por entre las palmeras, saltando por encima de los bancos y los parterres de flores, levantando polvaredas y haciendo vibrar el suelo con los secos pisotones. La gente huía, salvo aquellos que se hallaban enzarzados en la lucha cuerpo a cuerpo. Corrían en las direcciones expeditas: Rambla de Cataluña, Ronda de San Pedro y Puerta del Ángel. El orador se había esfumado y los jóvenes bárbaros desgarraban la bandera catalana. Los jinetes repartieron sablazos con la hoja plana sobre las cabezas de los fugitivos. Los que caían no se levantaban para no ser arrollados: se cubrían con las manos el cráneo y esperaban a que los caballos hubiesen pasado. Los guardias de a pie habían descrito un círculo cerrando la escapatoria por la Puerta del Ángel y disparaban al aire tiros sueltos. Algunas personas, cogidas entre los jinetes y los de a pie, alzaban los brazos en señal de rendición.   Habíamos corrido, al principio, hasta las Ramblas y nos mezclamos con los paseantes. Al poco rato apareció un grupo de policías que llevaba en el centro a tres individuos esposados. Los individuos se dirigían a los transeúntes diciendo:   —Ya ven ustedes, siempre pagamos los mismos.
Los transeúntes se hacían los sordos. Nosotros seguíamos corriendo cogidos de la mana. Eran días de irresponsable plenitud, de felicidad imperceptible. 

http://www.cine-de-literatura.com/2013/12/la-verdad-sobre-el-caso-savolta.html
 
 http://www.barcelonarebelde.com/bcnrebelde/wp-content/uploads/2016/05/1917.jpg
 

  TEXTO 2  




—Olvidaos  de  mí.  Soy  una  ruina.  Quise luchar a mi modo y fracasé. ¿Sabéis por qué? 
Por abrigar la esperanza  de  ablandar  sus  sucios  corazones con razonamientos. ¡Vana ilusión! Quise abrir sus  ojos  a  la  verdad  y  fue  locura,  vaya  si  lo fue. Ellos los tienen abiertos desde que nacen: 
todo lo ven, todo lo saben. Yo era el ciego, el ignorante...,  pero  ya  no  lo  soy.  Por  eso  hablo así.  Y  ahora,  amigos,  oíd  mi  consejo.  Oíd  mi consejo porque no lo digo yo, sino la amarga 
experiencia. 
Es  éste:  no  ahoguéis  en  vino vuestros  padecimientos  —su  voz  se  hizo súbitamente  firme,  encendida—,  ¡ahogadlos en  sangre!  Anegad  los  estériles  surcos  de vuestros  campos  abandonados  con  la  sangre de Ellos. Bañad la mugre de vuestros hijos en 
la sangre  de  Ellos.  Que  no quede  una cabeza sobre  sus  hombros.  No  les  dejéis  hablar, porque os convencerán. No les dejéis esbozar un  gesto,  porque  os  cubrirán  de  dinero, comprarán  vuestra  voluntad.  No  les  miréis, porque querréis imitar sus maneras elegantes y  os  corromperán.  No  sintáis  piedad,  pues Ellos  no  la  sienten.  Saben  cómo  sufrís,  cómo mueren vuestros hijos de inanición y falta de asistencia médica, pero se ríen, se ríen en sus lujosos  salones,  al  amor  de  la  lumbre, bebiendo el vino de vuestras cepas, comiendo el  pollo  de  vuestras  granjas,  adobado  con  el aceite  de  vuestros  campos.  Y  se  abrigan  con vuestras ropas y se refugian en vuestras casas y  ven  llover  sobre  vuestras  barracas.  Y  os desprecian,  porque  no  sabéis  hablar  como Ellos,  ni  vais  al  teatro,  ni  al  Liceo,  ni  sabéis comer  con  cubertería  de  plata.  ¡Matad,  sí, matad!  ¡Que  no  quede  ni  uno  con  vida! ¡Matad a sus mujeres y a sus hijos! Acabad...,acabad con Ellos... para siempre...  
Calló  el  beodo  y  se  dejó  caer  extenuado sobre  la  mesa,  rompiendo  el  denso  silencio que  había  seguido  a  sus  palabras  con  un sollozo  desgarrador.  La  concurrencia  estaba petrificada  y  parecía  buscar  el  anonimato,  la invisibilidad, en el mutismo y la quietud.  
Transcurridos  unos  segundos,  el  dueño del  establecimiento  se  acercó  a  la  mesa  del beodo,  que  recibía  los  cuidados  de  Nemesio Cabra  Gómez,  carraspeó  y  dijo  con  voz afectadamente firme:  
—Salga  de  aquí,  señor.  No  quiero  líos  en mi casa.  

https://es.slideshare.net/blog12cad/discurso-politico-caractersticas

http://www.monografias.com/trabajos15/discurso-politico/discurso-politico.shtml

http://www.eagrancanaria.org/site/index.php?option=com_content&view=article&id=389:el-texto-expositivo-y-argumentativo&catid=134:lengua-castellana-y-literatura&Itemid=59

http://dueloliterae.blogspot.com.es/2015/02/max-estrella-y-el-anarquista-luces-de.html

http://dueloliterae.blogspot.com.es/2018/02/plegarias-por-manuel-vicent-oracion-de.html?q=PLEGARIAS  
TEXTO 3 ( ABAU) 

Desarrolle el tema “La narrativa peninsular desde 1975 hasta la actualidad: Eduardo Mendoza”. Indique a qué tendencia de la narrativa peninsular adscribiría este fragmento. Justifique su respuesta. 
 
El mestre Roca fue uno de los pocos anarquistas que llegué a ver antes de la irrupción violenta del 19. El anarquismo era ya una cosa, y los anarquistas, otra muy distinta. Vivíamos inmersos en aquél, pero teníamos contactos con éstos. Por aquel entonces, y así siguió siendo durante algunos años, tenía yo una visión bien pintoresca de los anarquistas: hombres barbados, cejijuntos y graves, ataviados con faja, blusón y gorra, hechos a la espera callada tras una barricada de muebles destartalados, tras los barrotes de una celda de Montjuïc, en los rincones oscuros de las calles tortuosas, en los tugurios, en espera de que llegase su momento para bien o para mal y el ala cartilaginosa de un murciélago gigantesco y frío rozase la ciudad.
 
 
Para justificar que el fragmento se adscribe a la novela histórica, el alumnado podrá apoyarse, por ejemplo, en las referencias a determinados acontecimientos y movimientos políticos (el anarquismo), a lugares reales (Montjuïc) o a fechas concretas (1919). También puede aludir al estilo realista, claro y sencillo, que se aprecia en todo el fragmento. 


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