Sin artimañas, se lanza a la maraña de redes este blog de lengua y literatura española... para poder refugiarnos, en tiempos de cólera, en un cuarto propio.

martes, 28 de noviembre de 2017

PRETEXTO LXVIII: La novela de la generación del 98: Baroja, Unamuno y Azorín. Justifica por qué los siguientes textos podrían ser incluidos dentro de la literatura noventayochista. Recursos lingúísticos y literarios.

Comentad  los temas y  las características formales de la novela noventayochista a partir de los siguientes textos.  
NOTA: Solo tenéis que contestar a partir del fragmento subrayado. Coloco más texto simplemente para que contextualicéis mejor:  

TEXTO 1: 
El árbol de la ciencia de Pío Baroja. Extraido de la sexta parte del libro. Andrés Hurtado, tras una experiencia negativa como médico rural en Alcolea del Campo, regresa a Madrid donde trabaja como médico de higiene y para una sociedad de gente humilde.  Allí, se enamora de Lulú.   


A los pocos días de llegar a Madrid, Andrés se encontró con la sorpresa desagradable de que se iba a declarar la guerra a los Estados Unidos. Había alborotos, manifestaciones en las calles, música patriótica a todo pasto. Andrés no había seguido en los periódicos aquella cuestión de las guerras coloniales, no sabía a punto fijo de qué se trataba. Su único criterio era el de la criada vieja Dorotea, que solía cantar a voz en grito, mientras lavaba, esta canción: Parece mentira que por unos mulatos, estemos pasando tan malitos ratos; a Cuba se llevan la flor de la España, Y aquí no se queda más que la morralla.Todas las opiniones de Andrés acerca de la guerra estaban condensadas en este cantar de la vieja criada. Al ver el aspecto que tomaba el asunto y la intervención de los Estados Unidos, Andrés quedó asombrado. En todas partes no se hablaba más que de la posibilidad del éxito o del fracaso. El padre de Andrés creía en la victoria española; pero en una victoria sin esfuerzo; los yanquis, que eran todos vendedores de tocino, al ver a los primeros soldados españoles, dejarían las armas y echarían a correr.

Los periódicos no decían más que necedades y bravuconadas: los yanquis no estaban preparados pera la guerra; no tenían ni uniformes para sus soldados. En el país de las máquinas de coser, el hacer unos cuantos uniformes era un conflicto enorme, según se decía en Madrid. Andrés llegó a creer que había alguna razón para los optimismos.


Días antes de la derrota encontró a su tío Iturrioz en la calle. 

-¿Qué le parece a usted esto? -le preguntó.

-Estamos perdidos.

-¿Pero si dicen que estamos preparados?

-Sí, preparados para la derrota. Sólo a ese chino que los españoles consideramos como el colmo de la candidez se le pueden decir las cosas que nos están diciendo los periódicos.

-Hombre, yo no veo eso.

 -Pues no hay más que tener ojos en la cara y comparar la fuerza de las escuadras. Tú, fíjate: nosotros tenemos en Santiago de Cuba seis barcos viejos, malos y de poca velocidad; ellos tienen veintiuno, casi todos nuevos, bien acorazados y de mayor velocidad. Los seis nuestros, en conjunto, desplazan aproximadamente veintiocho mil toneladas; los seis primeros suyos, setenta mil. Con dos de sus barcos pueden echar a pique toda nuestra escuadra; con veintiuno no van a tener sitio donde apuntar.

-¿De manera que usted cree que vamos a la derrota?

 -No a la derrota, a una cacería. Si alguno de nuestros barcos puede salvarse, será una gran cosa.

Andrés pensó que Iturrioz podía engañarse; pero pronto los acontecimientos le dieron la razón. El desastre había sido como decia él: una cacería, una cosa ridícula.

A Andrés le indignó la indiferencia de la gente al saber la noticia. Al menos él había creído que el español, inepto para la ciencia y la civilización, era un patriota exaltado, y se encontraba que no; después del desastre de las dos pequeñas escuadras en Cuba y en Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros tan tranquilo; aquellas manifestaciones y gritos habían sido espuma, humo, nada.

PARA SABER MÁS: 

1.- Sobre la Guerra de Cuba: 
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_hispano-estadounidense
https://www.jrmora.com/blog/2018/02/06/guerra-hispano-estadounidense-vinetas/
 

 
TEXTO 2.- Niebla de Miguel de Unamuno. Extraido del capítulo XXXI: el protagonista, Augusto, desesperado por un desengaño amoroso, ha pensado en suicidarse. Sin embargo, habiendo leído cierto ensayo sobre el suicidio, decide consultar con su autor, que no es otro que el propio Unamuno.


Empezaba yo a estar inquieto con estas salidas de Augusto y a perder mi paciencia.
-E insisto -añadió- en que aún concedido que usted me haya dado el ser y un ser ficticio, no puede usted, así como así y porque sí, porque le dé la real gana, como dice, impedirme que me suicide.
-¡Bueno, basta! ¡Basta! -exclamé dando un puñetazo en la camilla-. ¡Cállate! ¡No quiero oír más impertinencias...! ¡Y de una criatura mía! Y como ya me tienes harto y además no sé ya qué hacer de ti, decido ahora mismo no ya que te suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir, pues, pero pronto! ¡Muy pronto!
-¿Cómo? -exclamó Augusto, sobresaltado-. ¿Que me va usted a dejar morir, a hacerme morir, a matarme?
-¡Sí, voy a hacer que mueras!
-¡Ah, eso nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! -gritó.
-¡Ah! -le dije, mirándole con lástima y rabia-. ¿Conque estabas dispuesto a matarte y no quieres que yo te mate? ¿Conque ibas a quitarte la vida y te resistes a que te la quite yo?
-Sí; no es lo mismo...
-En efecto, he oído contar casos análogos. He oído de uno que salió una noche armado de un revólver y dispuesto a quitarse la vida; salieron unos ladrones a robarle, le atacaron, se defendió, mató a uno de ellos, huyeron los demás, y al ver que había comprado su vida por la de otro renunció a su propósito.
-Se comprende -observó Augusto-; la cosa era quitar a alguien la vida, matar a un hombre, y ya que mató a otro, ¿a qué había de matarse? Los más de los suicidas son homicidas frustrados; se matan a sí mismos por falta de valor para matar a otros...
-¡Ah, ya te entiendo, Augusto, te entiendo! Tú quieres decir que si tuvieses valor para matar a Eugenia o a Mauricio, o a los dos, no pensarías en matarte a ti mismo, ¿eh?
-¡Mire usted, precisamente a esos... no!
-¿A quién, pues?
-¡A usted! -y me miró a los ojos.-¿Cómo? -exclamé, poniéndome en pie-. ¿Cómo? Pero ¿se te ha pasado por la imaginación matarme?, ¿tú?, ¿y a mí?
 (…)
-Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme? ¿A mí? ¿Tú? ¡Morir yo a manos de una de mis criaturas? No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes, extravagantes, anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás!
-Pero ¡por Dios...! -exclamó Augusto, ya suplicante, y de miedo tembloroso y pálido.
-No hay Dios que valga. ¡Te morirás!
-Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir...
-¿No pensabas matarte?
-¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta vida que Dios o usted me han dado; se lo juro... Ahora que usted quiere matarme, quiero yo vivir, vivir, vivir...
-¡Vaya una vida! -exclamé.
-Sí, la que sea. Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y otro Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir...
(…)
Cayó a mis pies de hinojos, suplicante y exclamando:
-¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
-¡No puede ser, pobre Augusto -le dije, cogiéndole una mano y levantándole-, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata...
¿Cómo que no existo? – Exclamó.
- No, no existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas aventuras y malandanzas he escrito yo; tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarte. Ya sabes, pues, tu secreto.
Al oír esto quedó el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas perforadoras que parecen atravesar la mirada e ir más allá, miró luego a mi retrato al óleo que preside mis libros, le volvió el color y el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño de sí... y mirándome con una sonrisa en los ojos, me dijo lentamente:
- Mire usted, don Miguel..., no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted cree y me dice... que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea que usted sea solo un pretexto para que mi historia llegue al mundo.
...- ¿Conque no, eh?- me dijo- ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme. ¿Conque no lo quiere? ¿Conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor don Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de la que salió... ¡Dios dejará de soñarle!... Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, Augusto Pérez, su víctima. 
 
PARA SABER MÁS: 

1.- Sobre Miguel de Unamuno: 
 
 
BIBLIOGRAFIA PARA COMENTAR TEXTOS: 
 
1.- Recursos literarios y lingüísticos de las diferentes modalidades textuales. 
  
A) Literarios: 
 
D) Técnicas y recursos para el diálogo: 

http://recursos.cnice.mec.es/lengua/profesores/eso1/t4/teoria_1.htm  
 
Más sobre tipología textual: 
 


 
Compendio coloquial de la G98: 
 
 Más

 
 
 
https://cloud-1.edupage.org/cloud/Esquema_de_comentario._Niebla._Capitulo_XXXIII.pdf?z%3AExpNP9goB2etfw%2Fn6nKoaG9Vk1O3nK%2FRGGfJ%2BZSaC7VioWgQMs5tfKSCgsxeEQd4
 
 
 
 



 





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