Rima XCI
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal...
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón,
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor...
Rima IV
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía.Mientras las ondas de la luz al beso
Palpiten encendidas;
Mientras el sol las desgarradas nubes
De fuego y oro vista;
Mientras el aire en su regazo lleve
Perfumes y armonías,
Mientras haya en el mundo primavera,
¡Habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
Las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
Que al cálculo resista;
Mientras la humanidad siempre avanzando
No sepa a dó -dónde- camina;
Mientras haya un misterio para el hombre,
¡Habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
Sin que los labios rían;
Mientras se llora sin que el llanto acuda
A nublar la pupila;
¡Habrá poesía!
Mientras el corazón y la cabeza
Batallando prosigan;
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
Los ojos que los miran;
Mientras responda el labio suspirando
Al labio que suspira;
Mientras sentirse puedan en un beso
Dos almas confundidas;
Mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!
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https://www.youtube.com/watch?v=NnuSmnSgYmo&spfreload=5
TEXTO 2:
Duque de Rivas: Don Álvaro o la fuerza del sino
(Ábrese la puerta con estrépito, después de varios golpes en ella, y entra el MARQUÉS, en bata y gorro, con un espadín desnudo en la mano, y detrás, dos criados mayores con luces)
Marqués.- (Furioso) ¡Vil seductor!… ¡Hija infame!
Doña Leonor.-(Arrojándose a los pies de su padre) ¡Padre! ¡Padre!
Marqués.- No soy tu padre… Aparta… y tú, vil advenedizo…
Don Álvaro.- Vuestra hija es inocente… Yo soy el culpado… Atravesadme el pecho. (Hinca una rodilla.)
Marqués.- Tu actitud suplicante manifiesta lo bajo de tu condición…
Don Álvaro.- (Levantándose) ¡Señor marqués!… ¡Señor marqués!…
Marqués.- (A su hija) Quita, mujer inicua. (A Curra, que le sujeta el brazo) y tú infeliz, ¿osas tocar a tu señor? (A los criados) Ea, echaos sobre ese infame, sujetadle, atadle…
Don Álvaro.- (Con dignidad.) Desgraciado del que me pierda el respeto. (Saca una pistola y la monta).
Doña Leonor.- (Corriendo hacia Don Álvaro) ¡Don ÁIvaro!… ¿Qué vais a hacer?
Marqués.- Echaos sobre él al punto.
Don Álvaro.- ¡Ay de vuestros criados si se mueven! Vos sólo tenéis derecho para atravesarme el corazón.
Marqués.- ¿Tú morir a manos de un caballero? No; morirás a las del verdugo.
Don Álvaro.- ¡Señor marqués de Calatrava! Mas, ¡ah!, no; tenéis derecho para todo… Vuestra hija es inocente… Tan pura como el aliento de los ángeles que rodean el trono del Altísimo. La sospecha a que puede dar origen mi presencia aquí a tales horas concluya con mi muerte, salga envolviendo mi cadáver como si fuera mi mortaja… Sí, debo morir… , pero a vuestras manos. (Pone una rodilla en tierra) Espero resignado el golpe; no lo resistiré; ya me tenéis desarmado. (Tira la pistola, que al dar en tierra se dispara y hiere al Marqués, que cae moribundo en los brazos de su hija y de los criados, dando un alarido)
Marqués. – ¡Muerto soy!… ¡Ay de mí!…
Don Álvaro.- ¡Dios mío! ¡Arma funesta! ¡Noche terrible!
Doña Leonor.- ¡Padre, padre!
Marqués.- Aparta; sacadme de aquí…, donde muera sin que esta vil me contamine con tal nombre…
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